= EL MIEDO Y EL DEPORTE =

(Por Popo Astudillo Méndez)
El miedo es parte esencial de la naturaleza humana; tan esencial que se necesita para sobrevivir. Como sentimiento negativo es el extremo opuesto de la valentía. Cuenta la esposa del gran matador Silverio Pérez, que cuando este se vestía de luces, previó a una tarde de toros, al llamado “Farón de Texcoco” le temblaban las piernas; esto le ocurría invariablemente: Este nerviosismo contagiaba a su compañera; misma que prefería no ver las faenas del gran Silverio. Un buzo avezado en sacar ostiones, a más de 15 metros de profundidad, siempre realiza su actividad con mucho miedo; miedo a la presión del mar, a aguantar un minuto sin respirar; y a ese malestar en los oídos después de salir de las aguas profundas. Cuando un árbitro va a sancionar un encuentro de alto riesgo, aquí en Guerrero, en Guadalajara o en CDMX, también le acompaña el miedo; aclaro “pitar” un encuentro de mucho peligro a nivel amateur; en el llano, donde no existe ninguna garantía para el de negro. Pero, el torero, el buzo y el árbitro tienen algo en común aparte del miedo; tienen el deseo de estar ya en el lugar de los hechos; en el ruedo, en el fondo del mar y en la cancha, para cumplir con su compromiso.
Todo ser humano tiene miedo a morir. Quien no es tan viejo que no quiera vivir un día más. Si nos fuera posible ver como el ser humano enfrenta su hora nona; su última cita; su corte de caja, o como se le quiera llamar al último momento de su vida. Veríamos lo siguiente y ejemplifico en tres personajes también: un ciudadano común, un religioso y un filósofo. El ciudadano común iría con paso tambaleante, desfalleciente, tembloroso; con un pánico que va más allá del miedo. El religioso –me refiero a un verdadero religioso- iría seguro, firme y con la frente en alto hacia su destino. El filósofo –deliberadamente lo deje al final- iría desfachado, sin temor, viendo a la muerte como quien ve comer a una gallina con sus pollitos; quizá hasta sonriente. Estos últimos ejemplos lo dice y lo ha comprobado la historia.
En cierta ocasión dos árbitros de futbol se encontraban tomándose unas cervezas –¡no podrán!- Cuando llegó la reflexión a uno de ellos y comentó lo siguiente: oye compadre, habrá futbol en la otra vida. No lo sé –dijo- su compañero de farra, pero hagamos pacto, quien se muera primero de los dos, viene a avisar al otro si hay futbol en el más allá. Un par de años después, uno de los dos árbitros fallece, a los días, el que queda en esta vida, está a medianoche profundamente dormido, cuando intempestivamente es despertado de su sueño, pues prácticamente le quitan la cobija, este se despierta muy asustado cuando oye una voz venida de ultratumba, misma que le dice: “no se asuste compadre, soy yo, tu difunto amigo –Que quieres- responde el vivo muy asustado. –Se acuerda del pacto que hicimos compadre; pues le vengo a decir que si hay futbol en el otro mundo, y no nada más eso, le vengo a decir que ya está rolado para el fin de semana, así que vaya preparándose.