El Papa y el fútbol

Que lamentable, que triste, que frustrante que un visitante como el Papa, se haya percatado de lo lejos que se encuentra México, del ideal de justicia social, a pesar de tantos años de gobierno revolucionario y de fallidos intentos de desarrollo de la iniciativa privada. Aquí nos tocó nacer y esta es la realidad nacional, hechos que no podemos ocultar, sobre todo al ver en las esquinas de las principales calles atestadas de subempleados; así como los informes de primera mano de la situación política y social del país que visita el sucesor de Pedro. Le informaron al pontífice que México es un país “mágico”, con sus casi cincuenta mil desaparecidos; nadie sabe, nadie supo y nadie sabrá. También le comunicaron que el problema nodal de los mexicanos se llama “corrupción”, da pena ajena y pena propia cuando un visitante distinguido arriba a México, o cuando un dignatario europeo, opina sobre los problemas de nuestro país, dan ganas de aplicar la política del avestruz.
Tal parece que muchos de los dirigentes del gobierno o de la iniciativa privada, no se percataron de la metáfora papal sobre el deporte y la vida. La semana pasada tuve en mi poder un texto de Héctor Huerta, uno de los más connotados periodistas deportivos de Guadalajara, coautor con Guillermo del libro: “Tiempo y espacio, el futbol como el fenómeno psicosocial del siglo XX”, en él, hace referencia a algunos conceptos vestidos por su santidad, sobre religión y deporte; para el Papa el deporte contribuye a moldear la personalidad y a consolidar el equilibrio internacional, así como conservar los valores éticos de la personalidad humana, y el respeto fraterno al prójimo. Pocos meses después de haber sido ungido como Papa, Francisco habló sobre la vida y el futbol. Escribe Huerta: “la vida se parece muchísimo a un partido de fútbol, en el que hay que jugar con toda honradez, empleando con prudencia las propias energías, adecuándose al ritmo de los demás, y utilizando un leal y generoso sentido de competición.
Sin embargo los gobernantes, los líderes sociales, políticos y quienes detentan el poder económico en México, así como muchos jugadores supuestamente profesionales, han perdido el principio de la solidaridad con los que menos tienen, recuerda Héctor cuando en 1982, Juan Pablo II –otro Papa-, recibió al Director Técnico Enzo Bearzot, una vez que ganara Italia el Campeonato Mundial de ese año, le dijo él purpurado “esta tarea suya tan noble y ennoblecedora no ha de limitarse al triunfo deportivo, sino que debe incluir el esfuerzo por insertar su calidad de campeones, en la escala de valores superiores de su vida familiar, civil y social”. “Cada una de las competiciones deportivas pueden y deben ser otros tantos escalones de entrenamiento en el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas, de solidaridad, lealtad, corrección y respeto de la persona del otro, en quien hay que ver un competidor, y no un adversario o rival”. Estos buenos pensamientos quedaron ya olvidados por una sencilla razón, entra la mercadotecnia, que para ella todo tiene valor económico; allí está el futbol profesional mexicano con una cantidad exagerada de extranjeros, porque a los dueños de los clubes no les interesa los jóvenes futbolistas mexicanos.