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“EL PARTIDO DE LA VIDA”
(Por: Popo Astudillo Méndez)

Un partido de futbol es una auténtica representación de la vida diaria, visto con arreglo a la crítica mentalidad del siglo veintiuno. Inicia con un largo silbatazo como la vida misma con un largo y lastimero llanto previa nalgada al recién llegado; el pitido del árbitro a veces se escucha lúgubre, funesto; como cuando se le da el último adiós a un árbitro; las faltas en el terreno de juego son las piedras en el camino que a diario topamos y estas son escalones para subir; las caídas son necesarias para levantarnos con bríos. Los cambios en el terreno de juego son tan necesarios e indican que un jugador no está jugando bien y es necesario su sustitución; como los cambios que experimenta todo ser humano en el transcurso de su existencia quizá un cambio muy marcado cuando se pasa de infancia a la adolescencia un cambio brutal en el cuerpo humano y en la mente, toda una revolución.

Oiga estimado lector ¿a usted alguna vez le han sacado la tarjeta amarilla? Lo han amonestado, si es así cuando algún jugador le muestran el cartón amarillo prácticamente tiene un pie fuera de la cancha y muchas veces el entrenador decide sustituirlo para evitar tener un elemento menos en el terreno de juego; a cuantos y cuantos la vida, el destino nos ha sacado también la tarjeta amarilla y muchos de nosotros ni por enterados de ello, una operación, alguna enfermedad, alguna hospitalización que nos recuerde que no somos eternos en este plano tierra y que en un momento enfrentaremos ese sin sentido que es la muerte. Termina el primer tiempo, al descanso, así como en el transcurso de nuestra existencia terminan etapas de nuestra vida, nuevo empleo, un cambio de domicilio y hasta de ciudad yéndonos al extremo un rompimiento conyugal y una nueva pareja; buscando el equilibrio entre ambos equipos se reinicia el segundo tiempo con “cambio de cancha” como comúnmente se le conoce y a reiniciar el partido, la segunda parte, la última oportunidad.

Todo terreno de juego debe o debería estar orientado de norte a sur buscando que el astro rey le pase –válgase la expresión- de oriente a poniente evitando que los rayos del sol le den de lleno al guardameta en la cara. La tarjeta roja indica que todo se acabó para el futbolista, vaya al minuto que vaya, expulsado, fuera, así como los imprevistos en la vida diaria: un accidente, alguna enfermedad, una cardiopatía que por cierto el cincuenta por ciento de los accidentes son mortales; creo que el penalti es una forma cobarde de anotar un gol desde la jugada que lo provoco hasta la ejecución del mismo; una mano deliberada, un empujón dentro del área o una arteria agresión al atacante por parte del defensivo.
El tiro penal como la orden de aprehensión no se le niega a nadie, por cierto, un recio defensa central se gana la vida manejando una URVAN del servicio público; no me cobró el pasaje y en correspondencia le dije gracias, te voy a marcar un penal; se rió divertido, pero luego se le borro la sonrisa cuando le dije: nada más que lo pare tu portero. Lo cierto es que el futbol aparte de ser entretenido, es también educación y cultura; el mexicano podrá llegar tarde al trabajo, a su boda o a cualquier otro compromiso, pero menos al partido de futbol; porque si no pierde por default, remato con esto. “Sancionar un encuentro, no es un trabajo, es un placer”, como placer es aquello que les comenté y los días de quincena.

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