GARANTIAS AL ÁRBITRO

Si en tiempos pasados nunca existieron garantías -seguridades en torno al trabajo arbitral- en los tiempos que corren menos. Refiriéndome exclusivamente al sector amateur, al futbol llanero. De muy continuo se sabe de alguna agresión a un silbante, y estas van de leves a graves en el físico del árbitro. Cuando al de negro le dicen: el partido va estar duro, peligroso, de alto riesgo. Le están advirtiendo que los jugadores de ambos equipos van a entrar al terreno de juego a hacer todo; menos a jugar futbol.
Y así ha acontecido en México desde que la afición quemó el Parque Asturias – Estadio de madera- encuentro sancionado por Don Fernando Marcos, hasta hechos conocidos por todos a través de la Internet. Ante un partido así, el silbante tiene dos opciones, o aplica el reglamento, o se la lleva de muertito invocando a la máxima arbitral esa que dice: el árbitro es ciego, sordo y mudo y hasta insensible le agregaría yo. Si en un partido en donde los jugadores en todas las jugadas entran malintencionados, tratando de lesionar al rival, y el nazareno aplica el reglamento, júrelo que el partido no termina, y hasta corre riesgo que el hombre de la ocarina salga golpeado, esto es cierto al cien por ciento. Si el silbante se hace de la vista “gorda”, puede que salga triunfante, pero este recurso es de doble filo; como le puede resultar, como no le puede resultar.
Apenas viví una experiencia en cabeza ajena, un árbitro sobrado de sí mismo me adelantó como iba a ser el partido que iba a sancionar en unos minutos más. Y así fue, recién inició el encuentro, empezaron a menudear las patadas, los codazos, las entradas mal intencionadas con gritos altisonantes; como para impresionar al árbitro. Era pues un partido de alto riesgo. Era apenas el primer tiempo, cuando se da un connato de riña general, pensé que allí concluía el partido, no, el silbante era masoquista y el encuentro continuó previa expulsión de dos rijosos y tres amonestados. En un encuentro de futbol, cuando los futbolistas no entran a jugar, lo más conveniente es dar por concluido el partido, y asentar en la cedula que no hubo garantías para desarrollar el trabajo arbitral.
Un árbitro llega a acumular cientos de horas sancionando partidos, que se hace sin quererlo “Psicólogo de futbolistas”, sabe quiénes son los jugadores que van a eso, a divertirse, a disfrutar el momento, a festejar el gol. La otra cara de la moneda es el jugador conflictivo –son pocos- que te reclama todo, que trata de impresionarte con gritos altisonantes; Chilpancingo es chico aun, nos conocemos la mayoría de los protagonistas de los partidos, sabemos que tal o cual jugador tiene problemas muy graves, algunos demasiado graves diría yo, y van al terreno de juego a “sacar” esos traumas, desquitándose con el primero que tienen enfrente y al final con el nazareno. Hay futbolistas que tienen problemas en el trabajo, con el jefe de oficina, con el patrón que los trae marcando el paso; o tal vez tiene problema en el hogar, el gasto no alcanza, diferencias con la pareja, muchas veces la compañera te saca la lengua y ya con eso tienes un mal día.
Otros son más valientes, tienen dos mujeres, y aquí el problema ya es as grave. Todo esto lo detecta un árbitro que ya lleva horas de vuelo en el oficio, no es necesario que se lo cuenten. Me acuerdo de una canción de Emmanuel: “Te olvidas que soy perro viejo, cuando tú vas yo ya vengo”. Al tiempo.