LUCHARÁN DE DOS A…

Cuando las luces se encienden en el ring, se empiezan a escribir las leyendas de los grandes luchadores que nos han maravillado a través de los tiempos. Este escrito va para todos los niños, para los papás de los niños y para los papás de los papás de los niños, parafraseando al gran Cachirulo. En aquel lejano año de 1934. Rodolfo Guzmán Huerta se inició como luchador profesional, pero fue hasta 1942 cuando se convirtió en el legendario Santo, el enmascarado de plata. En la década de los cincuenta, José Guadalupe Cruz lo convirtió en el primer personaje luchador de la historia mexicana, protagonizó un total de 54 películas, muchas malitas pero bien divertidas, se retiró del pancracio a principio de los ochenta sin haber perdido la máscara dentro o fuera del ring, pues según mito popular hubiera fallecido al instante.
La decepción vino cuando en un programa de Jacobo Zabludovsky, se quitó la máscara, allí comprobamos que el Santo era un ser humano más. Otros ídolos reconocidos eran el Tarzan López, todo un maestro en el estilo clásico al ras de la lona; el Murciélago Velázquez, un día escondió pequeños murciélagos bajo su capa y los soltó frente al público; Black Shadow, que a pesar de haber perdido su máscara tuvo siempre a la gente de su lado; la Tonina Jackson hizo las delicias del público infantil allá en los lejanos años cincuenta; en ese tiempo el Santo cambió de bando debido al cariño de los niños; pero otra leyenda del encordado como Blue Demon siempre estuvo a la altura del plateado; el Cavernario Galindo se ganó a pulso el título de rudo del milenio. Allá en la arena México le dio una santa vapuleada al enmascarado de plata, gritándole al público presente: “allí está su pinche ídolo”.
Y como no recordar al argentino Wolf Rubinsky que combinó magistralmente el teatro con la lucha libre y produjo películas en las que interpretaba personajes complicados; Mil Mascaras, que además de triunfar en los Estados Unidos, llevó su fama a América del Sur; al igual que Huracán Ramírez; y que decir del Perro Aguayo que como cautivó a las señoras y heredó sus botas y carisma a su hijo; viene a la memoria el Gori Guerrero, que junto con el Santo llevaron el apodo de la pareja atómica.
Y ese fenómeno de la lucha libre como lo fue André el Gigante que luchaba él solo contra tres adversarios; el Solitario fue el orgullo de su natal Jalisco y se hizo llamar de estilo universal (ni rudo ni técnico); el Satánico que encabeza la escuela de los infernales; el electrizante Shoker, que de la máscara paso al antifaz conservando su estilo; Brazo de Plata luego de perder su máscara ganó tantos kilos como para reinventar su personaje; Dr. Wagner Jr. llevó el nombre de su padre de en alto y ha conquistado al exigente público de Japón; el Vampiro Canadiense nos mostró como se puede llegar a querer a un extranjero en nuestra tierra, por cierto últimamente participaba en conocido canal de televisión tratando y actuando en temas de fantasmas y espantos. Y llegaron los Juniors, con nuevas tecnologías para transmitir las luchas libres.
Se va casi imperceptiblemente toda una época que nos llenó de nostalgia, cuando México y sus provincias tenían un no se que; cuando en forma casi religiosa asistíamos a los eventos de lucha libre en los pueblos y comunidades, a admirar, aplaudir y gritarle a nuestro ídolo en turno, o ir más allá, atrevernos a enfundarnos una máscara y subirnos al ring.
Foto: Thunder Bright