= MUERTES EN VILLAS LAUREL =

= MUERTES EN VILLAS LAUREL =
(Por Popo Astudillo Méndez)
El domingo 26 de enero amanecieron muertos varios perros y gatos en la banqueta y en la calle de los módulos que colindan con el encauzamiento del Río Huacapa. Todos con claros signos de envenenamiento, pues tenían en común espuma en abundancia en sus hocicos. Entre los canes sacrificados estaba un perrazo pastor belga de nombre “Roco”, que aunque tenía dueño, siempre andaba por esa zona de la colonia; muy manso y también muy amigo de los niños. Otro gran can muerto era el “Negro”, de raza indefinida le resaltaban dos manchas blancas, una en el lomo y otra en el pecho; este si era muy bravo, pero su bravura sólo la ostentaba por las noches cuando cuidaba el patio de su casa donde vivía. Otros dos canes los acompañaron en su tragedia cuyos nombres nunca conocí. Tres gatos completan la lista de esta aberración. La bestia que les suministró veneno con comida probablemente viva en la misma calle donde amanecieron muertos estos animalitos. Este animal con dos patas no sabe, ni tenía porqué saberlo (por su misma condición de inhumano) que nuestras mascotas: perros, gatos, aves y roedores son nuestros compañeros de viaje, en este andar que se llama vida. Que nos regalan momentos gratos aún en nuestras horas de aflicción y nos hacen más llevadero nuestro destino.
Este domingo funesto llegué a casa por la tarde viniendo del deportivo, y mi nieto Leonardo con su carita triste me dijo: “Papá, mataron a Roco”. Y mi esposa para hacer menos fuerte la noticia intervino diciendo: “Aún no se sabe”. Roco, el negro y demás canes casi diario se daban cita afuera de mi domicilio, pues invariablemente les dábamos sus croquetas una vez al día. Ahora sé que la bolsa más económica de alimento para perros cuesta veinticinco pesos. El pinto al cual yo le llamaba “negro”, recuerdo que me costó mucho trabajo ganármelo como amigo. La primera vez que nos conocimos se revolvía furiosamente en el patio de su casa ante la imposibilidad de morderme, pues había malla ciclónica de por medio; esto aconteció en el atajo que existe entre la Colonia Galeana y las Villas Laurel, encauzamiento del Huacapa de por medio. A fuerza de darle sus croquetas, empezó a dejar de ladrarme; llegando la ocasión que logré acariciarle su lomo. El o la anormal que los mató; seguro estoy que tendrá su “recompensa”, por este hecho que fue reprobado por todo el vecindario. Llevaron a enterrar a estos animalitos a un predio cercado; no presencié este hecho; pero vino a mi mente la canción “callejero” del cantautor argentino Alberto Cortez; misma canción que es todo un homenaje a la vida de un gran can. Le pido a los lectores que la audicionen; el escucharla nos sensibiliza en nuestra relación con nuestras mascotas. Al final de la misma dice: “se quedó dormido y ya no despertó, ta, ra ra”. Acéptame este consejo (pues ya tengo edad para ello).
Adopte un perro callejero y proteja a un hombre desvalido, con la seguridad de que el perro jamás le morderá la mano.