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=PADRES E HIJOS=
(Por Popo Astudillo Méndez)

Desde la cómoda posición del “ogro” de la casa, es muy fácil criticar el actuar de nuestros hijos adolescentes. Bien cuando los reprendemos, cuando les damos el sano y buen consejo. Porque, que padre no se preocupa por su hijo que se encuentra en plena juventud, más cuando es fin de semana y se va a unos quince años, a un antro como le llaman ahora a las discos, y como dice la canción. Y nos dieron la una, las dos y las tres, y ni señales de vida de nuestra hija o hijo, “che” celular dan ganas de quitárselos y sorrajarlo en el suelo. Es todo un drama cuando te piden permiso, y para abreviar la plática –en mi caso- le digo, pues vete con la bendición mía y de Dios, porque si te niego el permiso vas a andar muy enojada por varios días. Pero haber padre de familia, se te ha olvidado que también fuiste joven, cuantos dolores de cabeza no le diste a tus padres, en nuestra juventud –en mi caso- cometimos grandes faltas y hasta conductas tipificadas, cuando nosotros como padres y madres andamos igual o peor, se predica pues con el ejemplo. La educación actual, nos pide que nos ganemos a nuestros jóvenes como amigos; se escribe, se lee y se dice fácil, pero tiene sus bemoles, veamos.

Si usted tomó de la mano al niño, a la niña, en aquella lejana infancia, le será más fácil guiarlos en su adolescencia. Más si desatendió de ellos cuando eran niños, la situación es harto difícil, le deseo la suerte más grande del mundo. Si usted padre o madre de familia, ya está en la tercera edad y recibe el cariño y las atenciones de sus hijos adultos, lo felicito, sembró en tierra fértil las mejoras rosas y claveles. No sembró piedras, como en aquella paradoja de Jesucristo, cuando vió afanoso a un campesino en su tierra de labor; y el maestro le preguntó: que haces buen hombre, este le contestó: Estoy sembrando piedras; a lo cual Jesús le contestó: entonces eso es lo que vas a cosechar, piedras. La vida siempre esta surtida de historias de ancianos abandonados; decimos pobre anciano, no hay quien vea por él. En la mayoría de los casos esos ancianos abandonados, no dieron amor a sus vástagos, no los criaron con cariño, y eso es lo que al término de sus vidas están cosechando, desamor, indiferencia.

La historia del padre que abandona esposa e hijos y se va del hogar, de muy continuo se repite, mientras el mundo siga girando. En cierta ocasión, un tipo lleno de vida y sintiéndose guapo, dejó a sus hijos chiquitos y a su esposa, pasaron los años y el hijo mayor aun siendo menor de edad, se alistó en el ejército para ayudar en la manutención de sus hermanos menores. Pasaron los años y está familia de una u otra manera salió adelante. En cierta ocasión en la puerta de su casa, se paró un anciano de faz cansada, era aquel individuo que abandonó a esa familia, les dijo a la que había abandonado y a sus hijos, les vengo a pedir perdón. El hijo mayor que llevaba la voz cantante en el hogar le contestó: “Vaya a pedirle perdón a sus hijos que tiene con la otra familia”, en pocas palabras lo corrió. Sin duda que este anciano buscaba un rinconcito donde dormir. Este hecho fue verídico, y casos como este seguirán ocurriendo mientras el mundo sea mundo.

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