¡Siquitibum, a la bim, bom, ba!

¡Claro que se llena una nostalgia!, relacionar como se inició a admiración de los grandes nacionales; y a la vez también cómo se desarrolló el fut-bol en Chilpancingo. La llegada de la televisión aquí en la ciudad capital en la lejana década de los sesenta; así como el gran referente el Estadio Andrés Figueroa, con sus muros de piedra cantera labrada, sus espacioso pasillos y al centro su modesta sala de transmisiones. Lo tiró la insensible modernidad, en este inmueble se inscribieron las grandes glorias de nuestro futbol local, en el vieron acción escuadras locales como el Universidad rojo y el Universidad gris; colores distintivos de nuestra máxima casa de estudios. En él, quienes tenemos más de 45 años presenciamos grandes estatales de Fut-bol ¡ah! Tiempo pasado fue mejor. A nivel nacional por citar los ejemplos más emblemáticos de equipos iniciadores de esta gran fiebre futbolera –tifosi le llaman los italianos- encontramos en el álbum de los recuerdos a el Oro de Jalisco, mismo que representaba al gremio de los joyeros, un sector muy importante. El Necaxa que representaba al Sindicato de los electricistas. Ya encarrerados nos encontramos al Atlante, el equipo del pueblo.
El América surgió como el antihéroe, el equipo de los millonarios con ciertos sesgos prepotentes. El equipo nacional más representativo sin duda alguna en esos tiempos, fueron las Chivas, en aquellos años, la mitad de los mexicanos más uno le iba a los rayados del Guadalajara. Los Pumas de la UNAM, que nacieron dentro del gran fervor estudiantil. Pero, como afición, como seguidores de cualquier equipo, como hemos tenido tolerancia, paciencia digna de Job. Porque no importa que vendan al equipo, le cambien la camiseta, pongan a transferencia a jugador más emblemático. Nosotros continuamos siendo fieles a nuestros colores, más que al equipo, a la ilusión que ese club nos despertó alguna vez. Continuamos con el Estadio Andrés Figueroa, mismo que recibió escuadras como el Zacatepec, a los Pumas de la UNAM, allí venía un novato Enrique Borja y toda una pléyade de estrellas de la primera división profesional.
Aquí en el Estadio y en la Casa de la Juventud, sólo se jugaba los días domingos y esporádicamente en el Campo Wallace –hoy sede de la 35 zona militar-, esto en la década de los sesenta. Ya en los setenta comienza el crecimiento de la mancha urbana de Chilpancingo, ya formalmente constituida la colonia de los Ángeles, misma que se fundó con gente proveniente de la montaña baja del Estado, empieza a escribirse la historia del famosísimo rastro, puesto que a un costado se trazará una cancha de futbol, cuyos desperdicios de este asentamiento sanitario irán a dar a los terrenos de la misma, inicialmente así se conoció a este centro deportivo, cuyo primer nombre oficial será “cancha Caritino Maldonado Pérez”, por cierto accidentado en helicóptero en la Sierra del Estado.
Después este centro deportivo mudará el nombre, al pomposo llamado “Club Social y Deportivo de la Colonia Los Ángeles”. Su equipo más representativo “El escuadrón de la muerte”, con el “capi” y el “cañañas” a la cabeza. Otras escuadras sobresalientes: Taxistas, Dep. Ramos, Veteranos San Mateo, electricistas, la famosa OLO -Organización Leyva Ortiz- y sin faltar el Deportivo Ángeles. De esos tiempos a la fecha se perdió la mística, el orgullo por defender al barrio, a la colonia, el rajársela por la camiseta.